Santo Domingo de
Guzmán
Santo
Domingo de Guzmán nació de una familia importante deCaleruega (sureste de la provincia de Burgos) y estudió en la escuela
catedralicia de Palencia.
A los
veinticinco años, en 1195, Santo Domingo recibió órdenes sagradas y pronto fue
nombrado canónigo de Osma. Del año 1195 al 1203 parece que Santo Domingo fue a
predicar a los moros de España.
Viajó
junto a su obispo, el año 1203, a las Marcas (se ha supuesto que sería
Dinamarca), adonde el obispo de Osma y su canónigo Domingo irían para concertar
el matrimonio del rey de Castilla con una princesa escandinava.
Domingo
de Guzmán, a su paso por Francia, conoció de primera mano el conflicto político
y religioso entre la Iglesia Católica y los seguidores de la herejía
albigenses.
La
herejía albigense aceptaba dos principios divinos, uno para el bien y otro para
el mal, al estilo del antiguo maniqueísmo. El cuerpo y la materia, era creación
del principio malo.
Domingo
obtuvo el permiso de su obispo para permanecer el sur de Francia predicando a
los albigenses y procurar su conversión.
Estos
fueron los grandes años de Santo Domingo, Viajaba solo por una región casi en
guerra, predicando en las encrucijadas de los caminos, en las iglesias, en los
castillos.
Aunque no
intervino en la famosa cruzada que materializó Simón de Montfort, Santo Domingo
de Guzmán sí presenció los horrores de la cruzada y debió de comprender que,
por herejes que fueran, los albigenses tenían derecho a un trato más humano del
que infligieron a los habitantes de la región los defensores del dogma, sin
hacer distinción muchas veces entre católicos y sectarios.
Es de suponer
que más tarde Domingo hablara con horror de esta gran tragedia a sus hermanos
dominicos y que de su inspiración se originase el Santo Oficio, cuya misión
capital fue juzgar según el dogma y la razón a los herejes; pero es seguro que
Santo Domingo no fundó personalmente la Inquisición, ni predicó ni pudo
predicar aquella cruzada.
Para
mantener la pureza del dogma, reprimiendo, predicando, aconsejando,
dictaminando en casos de duda, condenando en casos de error, Santo Domingo
comenzó a agrupar frailes predicadores y en el año 1215 el obispo de Tolosa les
entregó en la ciudad una iglesia y una casa, que puede considerarse como el
primer convento de dominicos, incluso antes de la fundación oficial de la
orden.
Ese mismo
año Santo Domingo pasó a Roma para obtener del Papa la autorización de fundar
una nueva orden; pero el pontífice se resistió a una medida tan radical y
aconsejó a Domingo que tratara de conseguir lo que se proponía con la regla de
San Benito, o de San Agustín, o del Cister.
A pesar
de ello, al año siguiente, en 1216, Santo Domingo obtuvo del papa Honorio III
el permiso que había solicitado para fundar la Orden de los Dominicos. Vivió
sólo cinco años más; fueron cinco años de gran actividad y de viajes por
Francia, Italia y España.
A su
muerte, en 1221, existían varias decenas de conventos, repartidos en diez
provincias, y poco después sus frailes se habían multiplicado prodigiosamente.